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Free hugs
dijous, 25 d’abril del 2013
dissabte, 29 de setembre del 2012
dissabte, 12 de maig del 2012
Sry Lanka

diumenge, 29 d’abril del 2012
Supervivencia
“Es ella o
yo. Y ahora mismo no puedo permitirme ese lujo. Mi familia me
necesita.” Se acerca a ella despacio, está tan asustado que no
siente su cuerpo y apenas puede pensar con claridad. La mira a los
ojos, húmedos y aterrorizados, y de su boca salen dos palabras sin
sonido: lo siento. Con la mano temblando clava el cuchillo justo en
su corazón, no quiere que sufra. Tira el cuchillo al suelo, su brazo
y su cara están manchados de sangre, su cuerpo se derrama. Unos
minutos más tarde su cuerpo y su mente parecen estar de nuevo en
funcionamiento. Se levanta rápido, con las ideas claras. Coge el
dinero de la caja, y sale por la ventana sin dejar rastro. Sube a la
moto, la adrenalina le obliga a dar gas y augmentar la velocidad.
Consigue recuperar la serenidad e intenta calmar sus emociones. En
cuanto llega al río, quema la chaqueta negra y los guantes en la
orilla y se lava la cara y las manos. Los primeros rayos de sol se
cuelan por entre los edificios. Se fuma un cigarrillo mientras goza
del espectáculo del nacimiento de un nuevo día.
Cierra la
puerta sin hacer ruido, aún es muy temprano y no quiere despertar a
nadie. Deja los croasanes recién hechos encima de la mesa. “Qué
bien huelen. Los niños van a alucinar. Se acabó pasar hambre.” Se
pone a la cama despacio, pero es incapaz de dormir. Contempla a su
mujer mientras duerme, y le acaricia el pelo y la cara. Su rostro ha
envejecido más de lo que debería. Le abraza y cierra los ojos. “A
partir de ahora todo va a ir bien.”
http://www.youtube.com/watch?v=w_eByNkmuLQ
http://www.youtube.com/watch?v=w_eByNkmuLQ
diumenge, 15 d’abril del 2012
Un minuto
Apagó el despertador con un golpe seco. Entró a la ducha acto seguido sin reaccionar al agua fría. Cada día era igual, pasados dos días desde su llegada al apartamento le comentó al casero que no tenía agua caliente y el casero se lavó las manos, y ahora ya se había acostumbrado. Preparó café, y se lo bebió, habituado a su amargo sabor y al resabio que le dejaba al final. Se puso el traje gris, el mismo de ayer y de antes de ayer y del lunes, por que el negro aún no lo había limpiado. A las ocho menos cuarto salió de su pequeño piso, y bajó las escaleras cómo cuando era pequeño: tres escalones rápidos, dos lentos, otra vez tres rápidos y un salto hasta llegar al rellano. Se esperó diez segundos antes de abrir el pórtico de la entrada, y cuando salió a la calle tropezó con una chica, la chica que trabajaba de asistenta en el tercero B de su mismo edificio. La chica le sonrió y él sujetó la puerta para que entrara. Le dio los buenos días y salió a la calle. Se deslumbró con el sol durante unos segundos, el contraste de la oscuridad de su piso con la luz del día era abismal. El día era radiante, ya podía oler el verano. Se cruzó con las mismas personas de siempre: el viejecito que paseaba al perro, el hombre del ceño fruncido permanente que tenía pinta de empresario, la señora rica con una máscara de maquillaje, el muchacho de los cascos el que cada vez que le pasaba cerca podía oír la música que estaba escuchando y estaba casi seguro que era Nirvana, las dos niñas que iban camino a la escuela y que siempre le sonreían...y ella. Cada día con un peinado distinto aunque simple y acertado, y con la única decoración del granate de los labios ligeramente curvados; aún no había conseguido verle los ojos, porque caminaba con la mirada fijada al suelo. Siempre escuchaba música, pero a diferencia del muchacho, sólo la podía oír ella. Cuando ella le pasaba por el lado, él siempre sosegaba su caminar y se giraba para ver su tatuaje en la nuca: misterioso y sensual. Le dejaba una sensación de intriga, no sabría explicar aquél tatuaje. Cada día que lo veía le parecía distinto.
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En cuanto llegó al semáforo, algo no era como siempre. Miró alrededor, y no encontraba que era lo que rompía con la uniformidad. Empezaba a inquietarse. Retrocedió unos cuantos pasos. Giró sobre si mismo. Ahí estaba. Justo a su izquierda. En el poste de madera había colgado un cartel de color rosa. Se acercó muerto de curiosidad y lo leyó. Sonrió al instante.
diumenge, 26 de febrer del 2012
Pentesilea
A pesar de su increíble belleza, todos los hombres huían en verla. Sabía que hablaban de ella a sus espaldas, y que no precisamente eran cosas buenas. La llamaban la Asesina de los Grandes Hombres, y se decía por allí que ella mató a su propia hermana, para poder acceder al trono de la reina amazona. Que la llamaran asesina de hombres no le importaba, así mantenía alejados a los estúpidos, pero no podía permitir que la culparan de la muerte de su querida hermana. Fue un accidente, pero de qué serviría intentar convencerlos, si ya nadie la creería. Todos piensan que no tengo sentimientos, que no tengo corazón. Pero mi hermana era lo que más apreciaba en mi vida, y ahora que no está, ¿qué sentido tiene seguir viviendo? Quiero morir, y así reencontrarme con ella donde sea que se vaya después de la muerte, el cielo o el infierno, que más da el sitio, si voy al cielo y mi hermana no está allí será como estar en el infierno, y si voy al infierno y la encuentro, estaré en mi cielo, mientras esté junto a ella.

Al lado de los troyanos, Pentesilea luchó contra los griegos, contra la contradicción, contra la pasión, contra su corazón. Parecía increíble, pero entre los mares de cadáveres y los ríos de sangre, surgió el amor entre Aquiles y Pentesilea, se enamoraron al instante. Bajo las distintas capas de armaduras, se escondía su joven corazón, y estaba asustado, indeciso. Hiciera lo que hiciera, el dolor sería inevitable. Su amor era imposible, uno tenía que matar al otro. Sólo podía haber un vencedor, o un perdedor. Debía luchar para matarlo y poseerlo, y también para no ser matada y poseída.
Aunque Pentesilea se esforzó para seguir su deber, y no a su corazón, la pasión los llevó más allá de lo racional, de lo lógico. El amor ciega a los hombres. El amor es como una borrachera que te obliga a hacer cosas que no harías sobrio.
Aquiles atravesó el pecho de Pentesilea con una lanza. Pentesilea murió en sus brazos, y Aquiles terminó en el terreno de la locura.
Pentesilea es un personaje femenino modélico, que cumple en su destino el ideal griego de lo bello y bueno. Una figura que rompe con todos los estereotipos. Un personaje que se encuentra ante un problema muy humano, y que debe escoger entre lo malo y lo malo.
Pentesilea aparece en la Ilíada de Homer y es el personaje principal en Pentesilea de Heinrich von Kleist.
dimecres, 4 de gener del 2012
Sonríe
Si él tiene alguna razón para sonreír, a pesar de todos los motivos que tiene para no hacerlo, tu tienes un millón de razones más.
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