Tras el minuto, empezó el segundo cuarto. Esta vez, lo veía desde el banquillo. Ahora perdíamos de diez, ya no había confianza. Los balones no entraban, tampoco cogíamos los rebotes, y nos cortaban muchos pases. Ya no había ganas, la motivación había desaparecido, a pesar del partido que aún nos quedaba por jugar. Desde el banquillo las cosas se ven distintas, ves como estás jugando en realidad.Cada vez nos cogían mas distancia, la gente empezaba a tirar la toalla. El árbitro no ayudaba mucho, la verdad. Perdíamos de seis canastas y un tiro libre. Volví a salir en pista, y oí que mi padre me grito: “¡Despierta!”. Pues claro que yo quería hacer canastas, pero ellas defensaban en zona, y eso complicaba mucho las cosas a la hora de entrar hacía dentro. Sólo podíamos tirar triples, y sinceramente nuestro equipo no es buen tirador de triples. Después de muchas faltas y de pitarnos muchos pasos, el segundo cuarto terminó. No estaba jugando nada bien, y estaba muy enfadada por eso.
En el tiempo de descanso la entrenadora nos soltó la charla otra vez. Parecía que en el vestidor se hubiera muerto alguien. Aún seguía queriendo ganar, pero ya no lo tenía tan claro. Cuando regresamos a la pista, miré hacia las gradas. Habían venido muchos amigos, y nos estaban animando. Ellos creían en nosotras. Solo eran catorce puntitos de nada. Siente canastas. Cuatro triples y dos tiros libres, si quieres. El partido aún no había terminado, no estaba nada decidido.
El tercer tiempo lo empezamos con muchas ganas. Recuperamos el balón y hacemos contraataque, sin darles tiempo a colocarse. Las canastas nos vuelven a entrar, la confianza se vuelve a notar. Ellas se están poniendo cada vez más nerviosas y no saben que hacer. Nosotras, en cambio, nos salen unas jugadas perfectas. Pase y talla, o pase y cambio de posición, y canasta. La distancia cada vez es menos. Conseguimos ponernos a dos puntos. Por un instante el partido parece nuestro. Su entrenador pide tiempo muerto. Nuestra entrenadora nos dice que seguimos así, con esa intensidad, que va muy bien. Después de ese tiempo muerto, parece que ellas han reaccionado. Nos vuelven a meter canastas. Otra vez nos hemos hundido y nos vuelven a coger distancia. Al final del tercer cuarto, perdemos de cinco canastas y un tiro libre. Once puntos, que parece que están más lejos que nunca. El último cuarto fue más de lo mismo. Tiramos la toalla. Nadie luchó hasta el final. No conseguimos recortar la distancia. Ellas son muy buenas, por eso van segundas. Al final del partido perdimos de catorce o quince puntos. No lo sé. Sólo sé que hubo un momento en el que la distancia era tan sólo de dos puntos. Una canasta. Dos tiros libres. Dos puntitos de mierda. No nos lo creímos lo suficiente, no le echamos huevos. Ellas sí. Pero no os equivoquéis, ellas no son más buenas que nosotras. Ellas son mejores, porqué lo dan todo, todo el tiempo.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada